sábado, 19 de enero de 2013

Bangalore Rikshaw

Comitiva de rikshaws a la caza de guiris.
Episodio aparte merecen los conductores de rikshaw de Bangalore. De entrada, al vernos guiris, ninguno quería poner el “meter”, siempre pretendían pactar una tarifa fija, de forma que era un suplicio encontrar a uno legal. Una noche incluso llegamos a parar hasta 20 rikshaws y ninguno se prestó a poner el puto “meter”. Nosotros veíamos con asombro y desespero como a los lugareños les enchufaban el “meter” sin rechistar tan buen punto se montaban. Eso encendió nuestra ira, bueno, más bien la de David, que entró en cólera: gritos, insultos, exabruptos, incluso algún conato de agresión de por medio (la ira galaica no tiene límites), no dieron el resultado esperado. Ni David hecho un energúmeno, blandiendo el monópodo fotográfico como arma arrojadiza, parecía intimidarles. 
La impasibilidad del conductor aún ponía más iracundo al pobre David.
Una noche comentamos nuestras trifulcas con los conductores del rikshaw al chico de las habitaciones del YMCA (dicho sea de paso, un sitio de lo más casposo). Él nos vino a decir que si teníamos problemas era porque queríamos, tan sólo armados con un bolígrafo, una hoja y un teléfono podíamos solucionar el tema, ya que al tercer expediente las autoridades les retiraban la licencia. 

 
Al día siguiente nos dirigimos con determinación y ánimo de revancha a la primera parada de rikshaws que encontramos. Rápidamente un enjambre de “drivers” se arremolinaron a nuestro alrededor ofreciéndonos sus servicios. Nosotros tranquilamente elegimos una víctima al azar. Mientras uno apuntaba la matrícula el otro se subía para que el desdichado no se pudiera dar a la fuga. “Meter”, dijimos. "No meter, fix” dijo el corderito. “Ok, no?… call police”, móvil en mano y enseñándole la matrícula anotada.

El descojone fue general. Incluso nuestro desdichado conductor se partía la caja. Así que nos pusimos rumbo al Sai Baba Temple, con el “meter” en marcha y el pitorreo y las burlas de sus compañeros. 
Nuestro rikshaw cagando leches hacia el Sai Baba Temple.
Llegamos a la entrada del templo en el momento justo en que la muchedumbre se empujaba para entrar. Gritos, mantras, rituales y ofrendas florales varias estaban en su máximo apogeo. El taxímetro marcaba 41 rupias. Pagamos con un billete de 100, pero el conductor se emperró en no tener cambio, nos quería cobrar 50, así que le dimos 40 y bajamos por el puto morro. El “driver” nos obsequió con una mirada de rabia asesina mientras nosotros, bastante cabrones, nos regodeábamos un poco. De golpe, el conductor miró dirección al Sai Baba Temple, juntó las manos en actitud de rezo, sus facciones se endulzaron y una sonrisa bondadosa afloró en sus labios. Metió gas a tope y se fue. 

Kiko emulando al conductor del rikshaw.
 Desde entonces la táctica no falla. “Meter”, “no meter”, “call police”, “ok, my friend”.

Conductores de rikshaw huyendo despavoridos ante nuestra presencia.

¡Todo sea por ahorrar cada céntimo de euro al presupuesto de la película!

La "rauxa" y la "gaita"
Kiko y David

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