martes, 29 de enero de 2013

Atrapados

Por fin podemos darle un empujoncito al diario de viaje, el cual teníamos completamente abandonado. Desde la última entrega en Bangalore hemos andado muy liados buscando localizaciones. De aquí para allà y de allà para aquí dando más vueltas que una peonza, encontrando, desacartando y también desesperando. Con el añadido que después de andar como posesos todo el santo día, al llegar al hotel nos poníamos a hacer trabajo de oficina. En fin, no dábamos abasto.

Una de nuestras localizaciones en Bangalore. Edificios, graffitis y carteles de películas en telugu.
Por este callejón de Bangalore llegarán nuestros protagonistas,
 Anthony y Rama, a la casa de Rajan, el primo de Rama.
Esta es la tienda de internet regentada por Raján.
Otra de las localizaciones de Bangalore. Anthony deambulará perdido
entre la multitud cerca del mercado de las flores.
Kiko descansando en el Barista café de MG road de Bangalore, tras un duro día
de paseos en la busca y captura de localizaciones.


Tras dejar en Bangalore prácticamente todas las localizaciones cerradas viajamos en tren hasta Pondicheri. Alquilamos unas motillos por un módico precio y recorrimos, cual ángeles del infierno, las playas y los pueblecitos de pescadores de la costa.

Manjakuppam a 18Km de Pondicheri, un lugar idílico... pero nosotros buscábamos otra cosa...
No es que nos guste la porquería en la playa, pero necesitamos un lugar que pueda emular la atmósfera después del tsunami 2004 en un pueblo de pescadores. Aqui tendriamos que añadir más basura, algún tronco caído y poco más. Esto se llama Simplicity, a 8 Km al norte  de Pondicheri.

Y este lugar se llama Koonimedu, a 22Km Pondicheri. Estas son ruinas reales
de un pueblo destruido por el tsunami. Aquí no hubo víctimas, afortunadamente.

Pateamos lo impateable por toda la ciudad de Pondeicheri en busca del hospital ideal para la peli.


Dormitorio común de hospital público. Nos colamos aquí e hicimos la foto de estrangis.
Ya nos encargaremos de pedir los permiso de rodaje al gobierno indio. 
Parece que la cosa no es del todo fácil...
Sin darnos cuenta quedamos atrapados. Esta pequeña ciudad afrancesada, bastante amanerada para lo que es la India, te embauca de inicio con su aparente amabilidad. Pero no nos engañemos, es solo una trampa para los viajeros incautos que caen en sus redes indolentemente, mucho cabrito emboscado tras la apariencia acogedora, un canto de sirenas que te lleva de lleno a naufragar en los escollos.

Sí, Pondi es como un agujero negro que te abduce y te atrapa, te seduce y te aplatana en un bucle infinito. Pasaban los días y nosotros narcotizados, afrancesados, Café aux lait y demás chuminadas.

Decidimos romper con la comodidad poniendo rumbo a Cuddalore. Nos metimos en un autobús abarrotado y nos lanzamos a tumba abierta por la populosa y transitada carretera que une Pondicherry con Cuddalore a ritmo de bocinazos, baches, empujones, adelantamientos en triple fila y tres o cuatro tentativas serias de accidentes fallidos.

¡Qué bien! Otra vez la India de verdad.


Cuddalore es una ciudad más bien fea para lo que son los cánones paisajísticos y urbanísticos de la Lonely Planet. No tiene nada remarcable, a excepción del viejo puerto, pero allí nos topamos de frente con un montón de buenos lugares para rodar. El puerto, la estación de tren, el mercado, las calles, el tráfico…


Pasando al otro lado, hacia el puerto viejo de Cuddalore.

Construyendo un barco enorme. Llevan más de tres años con el trabajo.
Es un barco de carga que cuesta unos 600.000 dólares y que operará por Singapur.
Unos hacen barcos nuevos, otros los reparan...
Estación de trenes de Cuddalore.
La arquitectura particular de nuestras localizaciones... Cuddalore: un hito.

Más de esa extraordinaria arquitectura particular...

Pero nuestro sino era quedar nuevamente atrapados. En este caso en la búsqueda de un vehículo motor de cuatro ruedas chofer incluido.  Experiencia realmente frustrante.

Cerca del hotel había una retahíla de taxis con sus respectivos taxistas tocándose literalmente las pelotas. Negociamos con ellos en grupo, no había manera de coger uno a parte, un día entero de coche para recorrer los alrededores de Cuddalore. Al final, con penurias, dimes y diretes y objeciones y problemas incomprensibles para nuestra mentalidad, llegamos a un acuerdo con un conductor de gafitas, una cara de buen tío que echaba para atrás y una sonrisa permanente en sus labios. Resultó ser un hijodeputa. A paso de tortuga, bostezando, con cara de culo, a todo decía que no. Vamos a tal sitio. No. Vamos a tal otro. No. La tortura china del gota a gota en su versión india. El individuo en cuestión no hablaba ni papa de inglés, ni parecía entender los signos más elementales de la comunicación gestual, nos llevaba por donde le salía de los huevos, no, no, no, extra, extra, extra… 

Las caras largas que llevábamos en el coche con el susodicho sujeto.
Poco a poco, a lo largo de todo un largo día soportando su actitud indolente y de perdonavidas, nos fue minando. Hasta que estallamos. Bueno, estalló más bien David, que le dijo de todo en gallego, catalán y euskera… Al tío pareció volverle la sangre a las venas por fin, comenzó a bizquear, le entró la prisa de pronto, y, temblando de ira, nos condujo a toda velocidad hasta la parada de taxis, en busca de la complicidad de sus amigos.
En lugar de amilanarse ante la piña de colegas del ramo que se formó alrededor de nuestro supuestamente ultrajado conductor, David pasó a escenificar en nuestra defensa lo ocurrido de verdad. Ante la numerosa concurrencia, se sentó al volante del taxi y puso cara de demente, mientras fingía conducir tocándose los huevos y roncando. Los compañeros taxistas se desternillaban de risa y se burlaban de nuestro conductor. No queríamos pagarle un duro ya que nos sentíamos estafados. Sus amigos intercedieron y al final llegamos un acuerdo. Mientras nos alejábamos el pitorreo continuaba.

Al día siguiente volvimos a intentar dar con un chofer decente. Misión imposible. Grimosos, peseteros, caraculos y demás fauna conductora, o bien no entendían lo que queríamos o nos pedían un huevo y parte del otro… en fin… atrapados de nuevo en la sinrazón incomprensible para nosotros.

Para romper la dinámica nos hemos vuelto a Pondi con la esperanza de encontrar un conductor y un vehículo… Llévamos todo el día intentándolo infructuosamente. 

¿Podremos salir de este bucle? 

 
India: dos caras de las misma moneda.




viernes, 25 de enero de 2013

Aquí comenzó todo


Esta es la estatua de Mahatma Gandhi que preside el jardín que lleva su nombre en la ciudad de Bangalore. Aquí comenzó todo en el 2004, el 2 de enero, precisamente. Kiko posa relajadamente en el mismo lugar en el que David se entontró con un indio de Tamil Nadú, Anthony, quien le contó la historia que ha inspirado el guión de la película INDIAN WAY. Bajo esta estatua se desarrollará también una escena que revivirá aquel mágico encuentro de hace ocho años.

"No hay caminos para la paz, la paz es el camino" (M. Gandhi)
 

sábado, 19 de enero de 2013

Bangalore Rikshaw

Comitiva de rikshaws a la caza de guiris.
Episodio aparte merecen los conductores de rikshaw de Bangalore. De entrada, al vernos guiris, ninguno quería poner el “meter”, siempre pretendían pactar una tarifa fija, de forma que era un suplicio encontrar a uno legal. Una noche incluso llegamos a parar hasta 20 rikshaws y ninguno se prestó a poner el puto “meter”. Nosotros veíamos con asombro y desespero como a los lugareños les enchufaban el “meter” sin rechistar tan buen punto se montaban. Eso encendió nuestra ira, bueno, más bien la de David, que entró en cólera: gritos, insultos, exabruptos, incluso algún conato de agresión de por medio (la ira galaica no tiene límites), no dieron el resultado esperado. Ni David hecho un energúmeno, blandiendo el monópodo fotográfico como arma arrojadiza, parecía intimidarles. 
La impasibilidad del conductor aún ponía más iracundo al pobre David.
Una noche comentamos nuestras trifulcas con los conductores del rikshaw al chico de las habitaciones del YMCA (dicho sea de paso, un sitio de lo más casposo). Él nos vino a decir que si teníamos problemas era porque queríamos, tan sólo armados con un bolígrafo, una hoja y un teléfono podíamos solucionar el tema, ya que al tercer expediente las autoridades les retiraban la licencia. 

 
Al día siguiente nos dirigimos con determinación y ánimo de revancha a la primera parada de rikshaws que encontramos. Rápidamente un enjambre de “drivers” se arremolinaron a nuestro alrededor ofreciéndonos sus servicios. Nosotros tranquilamente elegimos una víctima al azar. Mientras uno apuntaba la matrícula el otro se subía para que el desdichado no se pudiera dar a la fuga. “Meter”, dijimos. "No meter, fix” dijo el corderito. “Ok, no?… call police”, móvil en mano y enseñándole la matrícula anotada.

El descojone fue general. Incluso nuestro desdichado conductor se partía la caja. Así que nos pusimos rumbo al Sai Baba Temple, con el “meter” en marcha y el pitorreo y las burlas de sus compañeros. 
Nuestro rikshaw cagando leches hacia el Sai Baba Temple.
Llegamos a la entrada del templo en el momento justo en que la muchedumbre se empujaba para entrar. Gritos, mantras, rituales y ofrendas florales varias estaban en su máximo apogeo. El taxímetro marcaba 41 rupias. Pagamos con un billete de 100, pero el conductor se emperró en no tener cambio, nos quería cobrar 50, así que le dimos 40 y bajamos por el puto morro. El “driver” nos obsequió con una mirada de rabia asesina mientras nosotros, bastante cabrones, nos regodeábamos un poco. De golpe, el conductor miró dirección al Sai Baba Temple, juntó las manos en actitud de rezo, sus facciones se endulzaron y una sonrisa bondadosa afloró en sus labios. Metió gas a tope y se fue. 

Kiko emulando al conductor del rikshaw.
 Desde entonces la táctica no falla. “Meter”, “no meter”, “call police”, “ok, my friend”.

Conductores de rikshaw huyendo despavoridos ante nuestra presencia.

¡Todo sea por ahorrar cada céntimo de euro al presupuesto de la película!

La "rauxa" y la "gaita"
Kiko y David

martes, 15 de enero de 2013

Viajar a lo indio

Kiko espera el tren en Mumbai más chulo que un ocho. ¡No sabe lo qué le espera!...

Un viaje a la India no sería un genuino viaje a la India sin un viajecito de 20 horas en uno de sus legendarios trenes. Las vías ferroviarias son auténticas arterias vitales que vertebran la comunicaciones del país, y en donde se da cita la más variopinta fauna del variopinto universo indio.
En cada estación sube y baja gente buscándose la vida... Aquí un vendedor
de samosas corriendo ante el famélico requerimiento de David
El glotón: lo probó todo.
Vendedores ambulantes de calzoncillos, golosinas, comida, carteras, pañuelos, viajeros que viajan a ninguna parte, buscavidas, músicos, peregrinos... y algún que otro guiri... (como dos insconscientes que quieren hacer una película)

Sí, dos inconscientes... Este corre la voz por todo el vagón, ¡cotilla!
Kiko regateando una sábanas de Kachemira para su madre (¡qué iluso!).
La gente se apretuja unos encima de los otros, los empujones por el estrecho pasillo son constantes y no pasa nada. Nadie se enfada, la vida sigue, cada uno a su rollo.


Por la noche echan las literas y que duerma quien pueda, el follón es continuo, así, que tras un viaje agotador llegamos a Bangalore sin haber pegado ojo, pero igual de contestos que estos indios locos.

Para locos melancólicos estos músicos que nos acompañaron un trecho durante la mañana.



Nada malo podía pasarnos...

Krisna viajaba con nosotros.
 

domingo, 13 de enero de 2013

Al final dejamos Mumbai

Al fin dejamos Mumbai, ciudad trepidante y llena de vida. Lo cierto es que, aunque parezca mentira, la echaremos de menos. Le habíamos tomado cariño al tráfico bullicioso, a los trenes abarrotados, a los puestos de comida callejera, a nuestro acogedor apartamento y a nuestras nuevas amistades. Hasta luego Mumbai, ¡esperamos verte pronto!

Un atasco cualquiera en un día cualquiera volviendo de Bandra a Andheri East
Mumbai: una mirada.
Nuestro remanso de paz en Andheri East. Juntos pero no revueltos.
Chicas, mirad esta prolijidad masculina.


El bueno de Vikas se presentó por sorpresa con un suculento desayuno
no apto para estómagos delicados. Una delicia.
Nuestro amigo Manish. Contactó con nosotros por facebook
y se ha convertido en nuestro fetiche tamil. Se vendrá con nosotros a rodar.


viernes, 11 de enero de 2013

Reunión de Trabajo

A continuación vamos a sintentizar la reunión que mantuvimos con el productor Samir Sarkar en su oficina de Magic Hour Films en Mumbai, respecto a nuestras necesidades para el rodaje de "Indian Way".

En un rickshaw camino a la reunión. David no había pegdo ojo en toda la noche y Kiko tenía diarrea.
Kiko cree que con los dos fortasec que se ha tomado Samir no se dará ni cuenta.
Ya en la productora, Kiko expone al bueno de Darsham, asistente de Samir,
su descerebrado plan para rodar una película española en la India sin un puto duro.
Sorprendentemente Darshan está de acuerdo en todo, con matices...
... está de acuerdo en todo, excepto en el gusto de Kiko por las camisetas que viste...
Kiko y David en el rickshaw de vuelta a casa. Tras la exitosa reunión lo celebraron
por todo lo alto: cena, cervezas, whiskys... Con el traqueteo del rickshaw, 
kiko sufrió una leve indisposición y volvió a casa peor de lo que había salido.

Al día siguiente la resaca no fue incoveniente para que hiciésemos las siguientes reflexiones.
Samir nos va a ayudar en la produccón sin cobrar un mango.
Darshan nos va a proporcionar todas las necesidades. Tenemos actores. Tenemos equipo.
Lo tenemos todo, todo excepto el dinero que falta... Bah... un pequeño detalle.
40.000 euros nos los sacamos de la chistera, así, en un santiamén.
¿Alguien tiene el teléfono de David Coperfield?
Aunque con el de Tamariz ya nos conformaríamos...

Kiko y David

Domingo en Chowpatty

Domingo por la mañana, como uno más de los habitantes
de Mumbay, me dejo caer por la playa de Chowpatty.
Tomo el sol, vagabundeo aburrido a la deriva, hago algunas fotos...

...y me regocijo con el sky-line de la ciudad y sus aguas cristalinas.
Cualquier momento del día y cualquier lugar es bueno para echarse una siesta. 


Kiko Moreno y David Blanco