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Comitiva de rikshaws a la caza de guiris. |
Episodio aparte merecen
los conductores de rikshaw de Bangalore. De entrada, al vernos guiris, ninguno
quería poner el “meter”, siempre pretendían pactar una tarifa fija, de forma
que era un suplicio encontrar a uno legal. Una noche incluso llegamos a parar
hasta 20 rikshaws y ninguno se prestó a poner el puto “meter”. Nosotros veíamos
con asombro y desespero como a los lugareños les enchufaban el “meter” sin
rechistar tan buen punto se montaban. Eso encendió nuestra ira, bueno, más bien
la de David, que entró en cólera: gritos, insultos, exabruptos, incluso algún
conato de agresión de por medio (la ira galaica no tiene límites), no dieron el
resultado esperado. Ni David hecho un energúmeno, blandiendo el monópodo
fotográfico como arma arrojadiza, parecía intimidarles.
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La impasibilidad del conductor aún ponía más iracundo al pobre David. |
Una noche comentamos
nuestras trifulcas con los conductores del rikshaw al chico de las habitaciones
del YMCA (dicho sea de paso, un sitio de lo más casposo). Él nos vino a decir
que si teníamos problemas era porque queríamos, tan sólo armados con un
bolígrafo, una hoja y un teléfono podíamos solucionar el tema, ya que al tercer
expediente las autoridades les retiraban la licencia.
Al día siguiente nos
dirigimos con determinación y ánimo de revancha a la primera parada de rikshaws
que encontramos. Rápidamente un enjambre de “drivers” se arremolinaron a
nuestro alrededor ofreciéndonos sus servicios. Nosotros tranquilamente elegimos
una víctima al azar. Mientras uno apuntaba la matrícula el otro se subía para
que el desdichado no se pudiera dar a la fuga. “Meter”, dijimos. "No meter, fix”
dijo el corderito. “Ok, no?… call police”, móvil en mano y enseñándole la
matrícula anotada.
El descojone fue
general. Incluso nuestro desdichado conductor se partía la caja. Así que nos
pusimos rumbo al Sai Baba Temple, con el “meter” en marcha y el pitorreo y las
burlas de sus compañeros.
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Nuestro rikshaw cagando leches hacia el Sai Baba Temple. |
Llegamos a la entrada
del templo en el momento justo en que la muchedumbre se empujaba para entrar.
Gritos, mantras, rituales y ofrendas florales varias estaban en su máximo
apogeo. El taxímetro marcaba 41 rupias. Pagamos con un billete de 100, pero el
conductor se emperró en no tener cambio, nos quería cobrar 50, así que le dimos 40 y bajamos
por el puto morro. El “driver” nos obsequió con una mirada de rabia asesina
mientras nosotros, bastante cabrones, nos regodeábamos un poco. De golpe, el
conductor miró dirección al Sai Baba Temple, juntó las manos en actitud de
rezo, sus facciones se endulzaron y una sonrisa bondadosa afloró en sus labios.
Metió gas a tope y se fue.
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Kiko emulando al conductor del rikshaw. |
Desde
entonces la táctica no falla. “Meter”, “no meter”, “call police”, “ok, my friend”.
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Conductores de rikshaw huyendo despavoridos ante nuestra presencia. |
¡Todo sea por ahorrar cada céntimo de euro al presupuesto de la película!
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La "rauxa" y la "gaita" |
Kiko
y David
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