Por fin podemos darle un empujoncito al diario de viaje, el
cual teníamos completamente abandonado. Desde la última entrega en Bangalore
hemos andado muy liados buscando localizaciones. De aquí para allà y de allà
para aquí dando más vueltas que una peonza, encontrando, desacartando y también
desesperando. Con el añadido que después de andar como posesos todo el santo
día, al llegar al hotel nos poníamos a hacer trabajo de oficina. En fin, no
dábamos abasto.
Una de nuestras localizaciones en Bangalore. Edificios, graffitis y carteles de películas en telugu. |
Por este callejón de Bangalore llegarán nuestros protagonistas, Anthony y Rama, a la casa de Rajan, el primo de Rama. |
Esta es la tienda de internet regentada por Raján. |
Otra de las localizaciones de Bangalore. Anthony deambulará perdido entre la multitud cerca del mercado de las flores. |
Kiko descansando en el Barista café de MG road de Bangalore, tras un duro día de paseos en la busca y captura de localizaciones. |
Tras dejar en Bangalore prácticamente todas las
localizaciones cerradas viajamos en tren hasta Pondicheri. Alquilamos unas
motillos por un módico precio y recorrimos, cual ángeles del infierno, las
playas y los pueblecitos de pescadores de la costa.
Pateamos lo impateable por toda la ciudad de Pondeicheri en busca del hospital ideal para la peli.
Manjakuppam a 18Km de Pondicheri, un lugar idílico... pero nosotros buscábamos otra cosa... |
Y este lugar se llama Koonimedu, a 22Km Pondicheri. Estas son ruinas reales de un pueblo destruido por el tsunami. Aquí no hubo víctimas, afortunadamente. |
Pateamos lo impateable por toda la ciudad de Pondeicheri en busca del hospital ideal para la peli.
Dormitorio común de hospital público. Nos colamos aquí e hicimos la foto de estrangis. Ya nos encargaremos de pedir los permiso de rodaje al gobierno indio. Parece que la cosa no es del todo fácil... |
Sí, Pondi es como un agujero negro que te abduce y te
atrapa, te seduce y te aplatana en un bucle infinito. Pasaban los días y
nosotros narcotizados, afrancesados, Café aux lait y demás chuminadas.
Decidimos romper con la comodidad poniendo rumbo a
Cuddalore. Nos metimos en un autobús abarrotado y nos lanzamos a tumba abierta
por la populosa y transitada carretera que une Pondicherry con Cuddalore a
ritmo de bocinazos, baches, empujones, adelantamientos en triple fila y tres o
cuatro tentativas serias de accidentes fallidos.
¡Qué bien! Otra vez la India de verdad.
Cuddalore es una ciudad más bien fea para lo que son los cánones paisajísticos y urbanísticos de la Lonely Planet. No tiene nada remarcable, a excepción del viejo puerto, pero allí nos topamos de frente con un montón de buenos lugares para rodar. El puerto, la estación de tren, el mercado, las calles, el tráfico…
Pasando al otro lado, hacia el puerto viejo de Cuddalore. |
Construyendo un barco enorme. Llevan más de tres años con el trabajo. Es un barco de carga que cuesta unos 600.000 dólares y que operará por Singapur. |
Unos hacen barcos nuevos, otros los reparan... |
Estación de trenes de Cuddalore. |
La arquitectura particular de nuestras localizaciones... Cuddalore: un hito. |
Más de esa extraordinaria arquitectura particular... |
Pero nuestro sino era quedar nuevamente atrapados. En este caso en la búsqueda de un vehículo motor de cuatro ruedas chofer incluido. Experiencia realmente frustrante.
Cerca del hotel había una retahíla de taxis con sus
respectivos taxistas tocándose literalmente las pelotas. Negociamos con ellos
en grupo, no había manera de coger uno a parte, un día entero de coche para
recorrer los alrededores de Cuddalore. Al final, con penurias, dimes y diretes
y objeciones y problemas incomprensibles para nuestra mentalidad, llegamos a un
acuerdo con un conductor de gafitas, una cara de buen tío que echaba para atrás
y una sonrisa permanente en sus labios. Resultó ser un hijodeputa. A paso de tortuga, bostezando,
con cara de culo, a todo decía que no. Vamos a tal sitio. No. Vamos a tal otro.
No. La tortura china del gota a gota en su versión india. El individuo en
cuestión no hablaba ni papa de inglés, ni parecía entender los signos más
elementales de la comunicación gestual, nos llevaba por donde le salía de los
huevos, no, no, no, extra, extra, extra…
Las caras largas que llevábamos en el coche con el susodicho sujeto. |
En lugar de amilanarse ante la piña de colegas del ramo que se formó alrededor de nuestro supuestamente ultrajado conductor, David pasó a escenificar en nuestra defensa lo ocurrido de verdad. Ante la numerosa concurrencia, se sentó al volante del taxi y puso cara de demente, mientras fingía conducir tocándose los huevos y roncando. Los compañeros taxistas se desternillaban de risa y se burlaban de nuestro conductor. No queríamos pagarle un duro ya que nos sentíamos estafados. Sus amigos intercedieron y al final llegamos un acuerdo. Mientras nos alejábamos el pitorreo continuaba.
Al día siguiente volvimos a intentar dar con un chofer
decente. Misión imposible. Grimosos, peseteros, caraculos y demás fauna
conductora, o bien no entendían lo que queríamos o nos pedían un huevo y parte
del otro… en fin… atrapados de nuevo en la sinrazón incomprensible
para nosotros.
Para romper la dinámica nos hemos vuelto a Pondi con la
esperanza de encontrar un conductor y un vehículo… Llévamos todo el día
intentándolo infructuosamente.
¿Podremos salir de este bucle?
India: dos caras de las misma moneda.